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Lissette Van der Biest

No soy escritora, solo escribo.

Bio

No soy escritora, solo escribo.

Desde niña, siempre fui muy inquieta, creativa e independiente. Esa mente altiva aun me acompaña. Nada me aquieta, ni me aplaca.

 

Miento, el café, el chocolate, los helados y el cine lo hacen. 

Aunque mi pasión siempre fue escribir, es ahora cuando me decidí a integrarla a mi vida.

Me dicen intensa, dramática, a veces hasta como un insulto y la verdad es que sí, siento profundamente y así escribo, desde la emoción y desde muy adentro y, son mis manos las traductoras de esos

sentimientos que percibe mi corazón y que muchas veces, solo descubro cuando escribo.

No me hago llamar escritora porque no lo soy, solo escribo, porque si no, exploto. 

publicaciones

Publicaciones

La Licuadora de Hombres

Muchas de nuestras noches de mujeres, terminaban con el voto unánime de que seríamos más felices, si existiera una "Licuadora de hombres", en donde meter a los ex imperfectos, y así lograr el hombre perfecto.

 

"Cuando cambias de hombre, lo que cambias es de defecto".

Esta frase fue la semilla de inspiración para recrear la historia de amor, de una mujer de esta época que, en el desespero de no quedarse sola y el cansancio de no encontrar al hombre soñado, se pasea por la vicencia de varios amores, sin que estos le condujeran a un final feliz de cuento de hadas.

Esta novela surge como respuesta al grito desesperado de las mujeres de hoy, en esa complicada y exhaustiva tarea de encontrar al príncipe azul.

ANÉCDOTAS DE UNA VIAJERA DEL TERCER MUNDO

GANADORA DEL 1ER PREMIO DEL CONCURSO RETO ESCRITOR 2021.

Y es que pensé que me dejarían presa por narcotráfico en el aeropuerto de Dominicana.

O pensé que me moriría muy lejos de mi casa en un baño en París, por culpa de un viejo francés con mal aliento.

Viajé por horas con mi espalda pegada a la goma espuma mugrienta del asiento de un carro de 1954, me estafaron en un crucero a Las Bahamas y el mejor, me equivoqué haciendo la reservación de un hotel en Madrid y pasé la peor noche de mi vida.

Así que decidí contarles todas estas historias que no son ficción, toditas las he vivido en carne propia y hoy puedo reirme junto a ustedes, de esta viajera del tercer mundo, cuando agarra su maleta prestada y decide emprender un viaje a algún lugar del mundo.

Te invito a leerlo y vivir conmigo estos cuentos que parecen ficción, pero son de la vida misma, y que Lissette Josefina no podía llevarse a la tumba.

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Poemas

Se que ya no estarás más.

Sé que debería olvidarte.

Pero no puedo.

Algo en mi mente se resiste a hacerlo.

Quizás sean las ganas obscenas de sufrir.

Pero no me importa.

Si sufrir te hace presente,

pues, pasaré mis días disfrutando del sufrimiento,

porque me hacen tenerte vivo y presente

y no,

muerto y en el olvido.

Vivo y presente

Octubre 2016

Ya la luna no me inspira.

Me inspiran tus ojos

pequeños y profundos.

Me inspiran tus labios

tibios y apasionados.

Me inspiran tus manos

dulces y suaves.

Me inspira tu hermoso y velludo pecho,

en donde me siento en el cielo.

Me inspira tu respiración al oido.

Me inspira un te quiero con tu voz.

Me inspira tu gemido,

largo y prolongado de placer.

Me inspira tu amor.

Solo tú,

eres ahora mi inspiración.

Mi inspiración

Enero 2017

Quiero despertar cada día

con la certeza

de que estarás a mi lado.

Abrazándome con tu tibio cuerpo.

Hablándome con dulzura al oído.

Acariciando suavemente mi piel.

Erizando cada poro de mí.

Haciéndome sentir

desvalida

vulnerable,

una pequeña niña a tu merced.

Pero no te quiero a medias.

Quiero tu amor completo solo para mí.

No me importa si piensas que soy egoista.

Porque si.

Te quiero para mí.

Porque se que eres mi mitad

y no quiero seguir viviendo

partida en dos."

Quiero

Septiembre 2017

poemas

Cuentos

ANÉCDOTAS DE UNA VIAJERA DEL TERCER MUNDO.

HOTEL DE MADRID – PRIMERA PARTE.

Abrí mis ojos cuando escuché a la aeromoza o azafata (como le dicen en otros lugares del mundo) decir, que pusiera mi butaca en posición vertical y amarrara mi cinturón de seguridad, porque ya íbamos a aterrizar.

Primera vez que cruzaba el océano y podía dormir las ocho horas, (o al menos seis) que duraba el vuelo. Eso era toda una hazaña para mi, que siempre he envidiado a todos aquellos, que apenas recuestan la cabeza, así sea en el hombro de un desconocido, se quedan profundamente dormidos. En verdad, los odio.

Yo pasé a ser uno de esos seres odiados, por aquellos que sufrimos de insomnio o a aquellos que nos cuesta conciliar el sueño y me sentí realmente victoriosa.

Me vi al espejo y ¡no tenía casi ojeras! Un gran éxito este en mi cara de mapache. Por lo que, adentrándome en las culturas europeas, sin cepillarme los dientes, me coloqué polvo facial en mi rostro, color en mis mejillas y pinté mis labios con rojo pasión, dispuesta a seducir a la Madre Patria desde mi primera pisada en suelo español.

Revisé ansiosa mi sobre de cuero negro, en donde llevaba mi pasaporte, admisión en la escuela de cine, reservación del hotel por una semana (ya me tocaba después de transcurridos esos siete días de estadía paga, buscar un sitio estable para quedarme los próximos ocho meses que duraban mis estudios) tarjeta de crédito americana, euros en efectivo. Todo estaba perfecto. Nada había sido perdido o sustraído durante mi papel de la Bella Durmiente.

Con un morral de mi sobrino a cuestas, que pesaba más de lo que mi espalda pudiera soportar, más una gran cartera para meter todo lo que allí cupiera para no pagar por equipaje extra, prestada también por una de mis hermanas, llego a la inmigración española y con una gran sonrisa y aliento a café, un bello español me coloca con fuerza el sello de entrada a su país y con una sonrisa perfecta me ha dicho:

- ¡Venga! ¡Bienvenida a España!

10 de octubre de 2017.

Ese día comenzó aquello que dice: uno propone y Dios dispone.

Me habían dicho que podía ahorrarme los treinta euros que costaba el taxi desde el aeropuerto al centro de la ciudad, y me habían indicado que líneas del metro tomar, pero la verdad es que siendo honesta, no nací con el sentido de la orientación en donde va, más bien, ni siquiera existe en mí, por lo que decidí, que bien valía la pena llegar por todo lo alto a mi hotel, en un cómodo taxi madrileño, que me dejaría en toda la entrada de mi hotel, para sin retraso alguno, disponerme a echarme un baño, cepillarme finalmente los dientes y salir a tomar los aires de esta cosmopolita ciudad.

-Tome señor, quédese con el cambio.

Quise sentirme una viajera de primera clase, como siempre lo había sido. Empecé con una buena propina, para este amable caballero, que me trajo en menos de treinta minutos, a mi morada. Pero miro a mi alrededor y me siento confundida.

-¿Está seguro que es aquí? – le pregunto dudosa al señor.

-¡Hombre, esta es la dirección que me ha dado! ¡Venga! ¡Claro que es aquí! – mientras repetía al caletre la dirección que le había dicho al montarme en el taxi- Sagasta, 22- y quitándose casi la correa para darme un correazo, por la estupidez de mi pregunta.

Pero es que no veía ningún un hotel.

Veía una casa antigua, blanca, de ventanales hermosos, con enrejado de hierro forjado, de tres pisos. No era un hotel.

-Pero señor, disculpe, es que aquí no dice hotel. Lléveme a “U Hotel”.

-¡Es aquí ya le dije! – Repite la dirección dada al montarme en el taxi- ¡Sagasta, 22!

Molesto me baja las dos maletas pesadísimas que por cierto, me dañaron en el aeropuerto, a una, ya las ruedas no le rodaban en todas las direcciones, sino en una sola dirección, y a la otra le rompieron el asa que sube, por lo que era incomodísima rodarla, más mi morral mega pesado y la cartera del gato Félix. Un ekeko. Nada elegante por demás. Y muy alejada de la idea que tenía de mi, para iniciar mi aventura en Madrid.

Al entrar al lugar donde me dejó el ya no tan simpático taxista, incrédula pregunto:

-¿Este es el “Hotel U”?

Una linda muchacha de apenas unos veinte años, perfectamente acicalada y con su acentico español, me dice:

            -Hotel no, hostal.

 

Yo con cara de cuarta finalista:

 

            -¿Hostal? No, no no. Yo alquilé por una página en internet, una semana en un hotel llamado “U Hotel”, por 240 euros – con algo de arrogancia.

 

¿Yo en un hostal? No mijita, por favor. No sabes quién soy yo, me decía en una conversación secreta, mientras veía con esperanza, las hojas que había traído impresas, con un bello cuarto moderno, con impecables sábanas blancas en una gran cama, iluminada por un hermoso ventanal.

 

– No entiendo- insisto.

 

-Esto es un hostal. Compartirás la habitación con doce personas. Tu habitación es la  2F. Aquí están las llaves.

¿What? ¿Cómo que voy a compartir la habitación con doce personas desconocidas? ¿De que me hablas baby?

-Disculpa, esto ha sido un error. He alquilado esta habitación pensando que era privada. En la página de internet no decía que era compartida. ¿Será que hay disponible una habitación privada? Yo pago la diferencia.

Después de que había pagado más de doscientos dólares por una habitación compartida con doce personas desconocidas, que roncarían, se echarían peos, sádicos, drogadictos, no me quedaba otra, que gastar algo más, y salir de ese barullo en el que me había metido, por no leer bien y hacer las cosas como una tromba, como me diría mi madre.

 

-No tenemos habitaciones privadas. Nuestro concepto es de habitaciones compartidas.

-¿No hay una habitación presidencial? ¡YO PAGO LO QUE SEA! – desesperada le digo a la recepcionista.

-No. No hay habitaciones presidenciales, ni privadas- con cierta risita irónica.

¡Esto no puede ser!

Me sentía devastada. Indígena. Ignorante. ¿Cómo es que me había confundido en la reservación?

¿Cómo es que en vez de hostel leí hotel? ¿Cómo es que no me fijé en la palabra “shared”, que significa compartida, y la pasé por alto?

Decepcionada, le digo a la recepcionista, quien tengo el presentimiento está gozando con mi sufrimiento:

-¿No podrás cancelar la reservación y devolverme el dinero?

-Vale. Déjame ver por donde hiciste la reserva. ¿Me la permites?

Yo rezándole a todos los santos que conozco y a los que no, para que me devolvieran mis más de doscientos dólares que había gastado en esta pocilga.

Aun con el peso del gran morral de mi sobrino a cuestas y las dos maletas choretas esperando su destino, con ansias aguardo la respuesta de la españolita, que ya tampoco me parece tan bonita como cuando llegué.

-Lo siento. Hiciste la reservación hace más de quince días y ya no te podemos hacer devolución.

-Pero es que…

-Políticas de la empresa. Lo siento. ¡Ah! En los lockers podrás guardar tus pertenencias bajo llave y sobre la cama están las sábanas de tu cama, para que la tiendas y una toalla, por si quieres tomar un baño. El baño también es compartido y es mixto. Es decir, para hombres y mujeres.

Con ganas de llorar y la arrogancia en la basura, pienso ¿qué es esto? ¿Qué pecado estoy pagando?

Se suponía que este viaje iba a ser de lo más elegante… ¿cómo es esto de que yo tenga que tender la cama, guardar mis pertenencias en un locker y bañarme en un baño público?

Mientras terminaba de asimilar lo que me estaba aconteciendo, y yo soy de asimilar muy lentamente, tomos mis estropeadas maletas y piso el botón del ascensor, para dirigirme a mi morada que me acogería muy a mi pesar, estos siete días.

-El elevador está en reparación. Toma las escaleras por esa puerta.

-¡No puedo subir con estas maletas dos pisos por las escaleras! ¡Me puedes llamar al botones, por favor?

La muy estúpida ríe burlona y me dice:

-¿Botones? No tía. Aquí no hay botones. Aquí cada quien sube su equipaje.

La odié.

Toda la ira que tenía por la brutalidad que había cometido y sus consecuencias, la volqué toda sobre la bella y malvada madrileña, que se burlaba en silencio de mí, lo sabía, y no estaba bien burlarse de la desgracia ajena, y menos de una pobre viajera del tercer mundo.

Continuará…

DE ORUGA A MARIPOSA.

Hoy amanecí recordando aquellos días, cuando la tristeza de ser quien era, me consumía. Mi caminar era tan lento, que hacía que sintiera, que nunca llegaría a ninguna parte. Desesperaba. Lloraba. Me deprimía. Me veía, y no me gustaba lo que de mí, observaba-, un cuerpo débil y poco agraciado.

Sentí muchas veces que era lástima lo que sentían al verme, tan poca, tan insignificante.

Yo misma empecé a creer, que esa era yo, la poquita cosa que los demás veían en mi.

Con el paso del tiempo fui haciéndome fuerte, porque no me quedo otra opción. Si no, moriría. Esa fortaleza interior me hizo capaz de aprender a vivir con mis limitaciones y debilidades y, poco a poco fui aceptándome, queriéndome, así, arrugadita y lenta, pues, esa era yo, y no podía ser otra, sino quien era.

Una vez que entendí eso, empecé a ser feliz conmigo. Con lo que tenía. Con lo que era.

Todos comenzaron a quererme, porque yo comencé a hacerlo también.

Aquello que antes me molestaba de mí, empezó a gustarme. or ejemplo, el ser lenta, pues, tenía el tiempo para mirar a mi alrededor, contemplar el paisaje, disfrutar que la brisa me acariciara a su paso, y aquellos, que iban a prisa, se estaban perdiendo todo aquello que yo disfrutaba.

Ya no podía ser más feliz. Vivía a plenitud mis mañanas y mis noches.

Pero, un día, al amanecer, sentí algo en mi interior. Había llegado el momento del final. De dejar esta vida. La muerte había tocado a mi puerta. Estaba ahí. La sentía. La olía. Todo me empezó a doler. Me rendí y envolví en una fina seda a descansar y, entregada, sin oponer resistencia, viendo mi vida pasar lentamente por detrás de mis ojos, dejé que me llevara.

Recé y agradecí por todo lo que tenía y lo que no tuve.

Así, muy despacio me fui quedando dormida, en calma, en paz, en profundo sosiego, con la certeza de que había tenido la mejor de las vidas.

Pero desperté.

No había muerto.

No había acabado mi existencia. ¡Recién comenzaba! ¡Había renacido!

 

El sol calentó mi cálido cobijo de seda y fue despertando todo mi cuerpo. No podía creerlo, pero si, al haberme aceptado tal cual soy, tuve el fabuloso regalo de la transformación.

Ya no soy lenta, ni arrugada, ni poco agraciada.

 

El dolor, la tristeza, los fracasos y las decepciones me hicieron ser quien soy hoy, con hermosas alas para vivir la vida a plenitud, volar sin fronteras, sin límites y con mucha rapidez. Todo aquello que había soñado, había quedado corto para que lo ahora tenía. Seguía siendo la misma, pero mi mejor versión.

 

Porque ahora soy una bella mariposa, pero para ello, tuve que ser feliz, siendo oruga.

cuentos
microrelatos

mi nueva novela

Micro poemas

No eres mío.

Pero soy tuya.

Vaya injusticia.

Quiero callar la voz carrasposa de mi ego,

y solo escuchar 

la voz melodiosa de mi alma.

Acaricio la rabia, mientras la tristeza me golpea.

Ardo por dentro,

por el dolor que me da

tu silencio.

Hoy recordé que duele más 

haberte encontrado,

que seguir buscándote.

Ni tus ojos ni los míos,​

necesitan traducción.

BLOG

Aquí podrás leer todos mis poemas, cuentos, micropoemas y microrelatos .

Blog
Mi nueva nonvela

Mi nueva novela

Extractos de mi nueva novela

LOCAS POR HABIBI.

 

Inspirada en hechos reales, ocurridos en mi familia, mi novela viene a tratar de la manera mas honesta posible, las distintas caras de la moneda, ante una misma situación.

Donde no hay buenos ni malos. Donde solo hay humanos que estamos aprendiendo a vivir,  mientras vivimos y nos equivocamos.

Mi nueva novela le da voz a los cuatro personajes principales: las tres hermanas (Marcela, Mónica, Minerva) y el hombre que será el centro de sus vidas (Federico), dándonos la oportunidad a todos, de conocer los miedos, sentimientos, razones y pobrezas que impulsan a cada personaje a actuar como actúan, en las diversas circunstancias que se van desencadenando en esta historia, donde solo tú, serás el juez. 

MARCELA

"...Este es el precio de la cobardía.

Un precio muy alto el que pago por no luchar por el hombre que amo

Pero es que aunque se me parta el alma en pedacitos, yo se que él no me ama, sé que no soy la dueña de sus deseos, ni de sus pensamientos. Una mujer sabe cuando su hombre la mira, y está mirando a otra mujer. ¡Uno lo sabe! Y cada vez que sus ojos verdes me miran, miran a alguien más. Lo peor es que conozco su nombre, que vivo en la misma casa, compartimos los afectos, el mismo apellido y hasta la misma sangre: es mi hermana Mónica..."

MÓNICA

"...Ya salió la mosca muerta, a buscarle conversación. Yo sabía. Yo sabía que apenas tuviese el chance, lo haría. Pero ni modo, era venir con ella a sabiendas de lo que pasaría o no venir, así que me la jugué.

Ella siempre tan dulce, tan tímida, tan bonita, tan que no quiebra un plato, y así, se mete a todo el mundo en un bolsillo. Yo sé cómo es ella, a mí no me engaña. Yo sé que a ella le gusta “MI” Fede, pero será mío. Lo juro. Será mío, cuésteme lo que me cueste..."

MINERVA

 

"...La risa que me produjo el comentario de mi mamá, se me esfumó enseguida, porque me molestaba que estuviesen hablando de mí y de mi incapacidad de relacionarme, y que me traten como una enferma. No lo soy. Solo no me interesa estar con la gente, me aburre. No sé, no me hallo con nadie. Por eso no tengo amigas, ni amigos. Y mucho menos novio. Me refugio en mis libros y en mi música, por ahora las clases de guitarra son un alivio para mí. Los miércoles de 4 a 7pm son mis horas sagradas. Ahí escapo de mi realidad, y puedo ser yo, Aunque igual, no hablo con nadie allí, pero de ellos no me importa el juicio, ni su opinión, ellos son parte de mi escape semanal, aunque ellos no lo sepan..."

JORGE

"...Vaya corte de nota. Yo volando en las alturas pensando en su falda, en sus senos, en su tibia lengua y de repente y de sopetón, este cambio violento.Sentí mucho dejar a Marcela allí sentada, prácticamente con la palabra en la boca e irme detrás de la seducción que me produjeron las palabras que Mónica me dijera al oído: “no sin antes probar esto”.

Allí me fui, como un perro detrás de una perrita en celo, a buscar lo que me ofrecieron y le digo, tratando de decir lo correcto y no me fuese a salir el tiro por la culata:

-¿y cuando lo pobramos?

Ella se echa a reir, batiendo su pelo, batiendo su falda y batiendo sus grandes senos que me traían enfermo:

-cuando tú quieras…-me pica el ojo y sigue su caminata, o su meneo. Dios era una gata. Me estaba perturbando la sensatez..."

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