ANÉCDOTAS DE UNA VIAJERA DEL TERCER MUNDO - ESTO ME PASA POR SOLO SABER DECIR "POULET". 2
Teníamos previsto caminar desde el restaurante hasta el final de la avenida, para “bajar” la pesada cena que nos habíamos metido a las diez de la noche y que no estamos acostumbradas a digerir, pero la persecución del viejo, hizo que paráramos un taxi y nos montásemos enseguida para salir huyendo del viejo loco.
Nos dio miedo. Aquí en Venezuela le tememos a un tipo de locos, pero en el extranjero hay otro tipo de especímenes a los cuales, también hay que tenerles miedo.
Llegamos al hotel y ya en nuestras respectivas y deliciosas camitas, mi hija, casi al instante dormía plácidamente, mientras yo, daba vueltas como un pollo en brasa en esa cama sin poder conciliar el sueño, con retortijones de barriga, con un malestar horrible, por lo pesada de nuestra cena y porque no pudimos lograr llevar a cabo mi plan, que era comer como cerda y mientras caminaba por todo lo largo de la avenida de Le Champs-Élysées, irme convirtiendo poco a poco en humana, hasta llegar a una estación de metro y proseguir al hotel, siendo gente decente.
Todo hubiese sido perfecto, si no nos hubiese arruinado nuestra cena, el viejo fastidiosè.
Mi noche se hizo interminable. El malestar no cesaba. Empecé a sudar frío, me desarropaba, luego me daba frío y me arropaba de nuevo, me paraba al baño, me volvía a acostar, hasta que amaneció y me dieron las siete de la mañana y yo sin pegar un ojo.
Una indigestión con todas sus letras y con cara de viejo francés.
Decido entonces, dejar la farsa y meterme a bañar para salir a disfrutar de la ciudad, pese a que seguramente iba a estar todo el día de mal humor y fatigada por la falta de sueño, pero bueno, haría el intento.
En eso, al tratar de meterme en la bañera y por estar, supongo que adormecida y atontada, me resbalé, caí al piso y me pegué la cabeza y mi hija, que todavía dormía, se despertó asustada con el golpe y encontró a su madre desnuda, mojada y desmayada en el piso. Como muerta.
-¡Mami! ¡Mami! – gritaba desesperada la pobre, pensando que había muerto.
Recobré la consciencia y le dije:
- Estoy bien. Me caí. La cena de cerda no me dejó dormir y no he pegado un ojo. Todo por el viejo decrépito ese.
Como pudo, mi hija me ayudó a levantarme, me acosté en mi camita y allí si pude dormir un rato; y pese a que dicen que es malísimo acostarse a dormir después de un golpe en la cabeza, era mi momento para conciliar por fin el sueño y dejar de pensar en el viejo fastidosè.
Lo que si no dejé de pensar fue, que para el próximo viaje a París, yo tenía que saber francés, porque no era posible que me hayan pasado todas estas cosas, por solo saber decir poulet.